
De hecho, Gregorio Fernández evolucionó desde una primera etapa bastante vinculada al período anterior hasta una segunda fase en la que impuso un gran naturalismo, presente no sólo en los gestos y las actitudes, sino también y sobre todo en la policromía; en este campo, exigió a los policromistas que trabajaron para él el abandono del oro y los tonos brillantes tan en boga hasta entonces para iluminar las figuras con colores inspirados en el natural.Creó varios tipos iconográficos (la Inmaculada, santa Teresa, la Magdalena penitente) que fueron después muy imitados y alcanzó un alto grado de virtuosismo en sus realizaciones tanto en los retablos, de gran sobriedad ornamental, como en las figuras aisladas y los pasos procesionales, que suscitaron en su tiempo un gran fervor popular.
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